Los que ya me conocen de años, saben que una de mis principales causas a nivel de divulgación ha sido la lucha en contra del cambio climático como de la promoción de cambios radicales a nivel de sociedad, tanto de sus sistemas productivos, estructurales a nivel de transporte, a nivel de regulación y hasta a nivel de desarrollo territorial como de ciudades. En este último nivel, la constante migración desde sectores rurales a sectores urbanos en convergencia con el aumento de la inmigración desde otras partes del continente, han ejercido presión en nuestras ciudades haciendo difícil que sean integradas, menos segregadas, así como más “amigables”. Por el contrario, tal presión hace cada vez más evidente que la evolución de estas no va a la misma velocidad que su evolución estructural.
Uno de los grandes debates al respecto ha sido la reforma a nuestro sistema de transporte global, reforma que promueva la inclusion de distintos medios pero favoreciendo el uso de la bicicleta por sobre otros, dado sus beneficios a nivel salud individual como colectiva en el abatimiento de la contaminación. Como buen ciclista y hombre de ciencia, cada día al salir de casa me encuentro más con problemas que facilidades en ruta; en donde transitar por Santiago es mucho más un mero acto de sobre vivencia urbana que de forma de movilizarme hacia algún punto de la capital; sin embargo, a pesar de eso, mi visión acerca de este punto es totalmente diferente a la discusión “urbana” que aparece en los medios.
A poco andar, tradicionalmente en Chile, temas meramente técnicos como este migran rápidamente a temas valóricos y de juicios entre “los que están bien y los que están mal”; y en donde incluso empiezan a prevalecer intolerancias de quienes ven que sus opciones de vida al final son la representación de lo que el chileno debiera ser como gran verdad revelada. Tal intolerancia, bajo la influencia de lo vivido en realidades extranjeras que quieren ser transferidas olvidando particularidades territoriales como socioeconómicas; llegan incluso a generar discusiones bizarras sobre lo que comer y donde vivir, como si ciertos estilos de vida fueran un atributo de valor más que una decisión en la libertad del individuo. Esta es la absurda discusión entre peatones, ciclistas y automovilistas, quiene prenden aún más con absurdas declaraciones , que de una u otra manera, debiéramos tener los “expertos” bajo una visión técnica o no influenciada por los juicios de valor.
Para quienes hemos vivido en Iquique, Cerro Navia, Maipú, Santiago Centro, Ñuñoa y Peñalolen, sabemos que el uso de este medio de transporte – la bicicleta – va más allá de un numero de ciclovías disponibles o conectadas, sino que dependen del desarrollo de un sistema de transporte urbano “integrado” que no se reduzca a un operador de buses, sino que sea intermodal a favor de todos los usuarios y que provea opciones, no limitaciones. Esto que parece tan obvio y fácil de decir, es extraordinariamente complejo de diseñarlo, planificarlo e implementarlo.
Por lo mismo, no puedo comprender como mis propios colegas, hombres supuestamente informados en sistemas de transporte, terminan comparando a Santiago con Bruselas, Copenhague, Munich, Malmo, Amsterdam, Utrecht, Eindhoven, Dublin o Tokyo; todas ciudades que poseen muy pocas similitudes desde geográficas hasta de distribución con nuestras ciudades. Sus opiniones “técnicas”, reflejan más el anhelo de extender las condiciones particulares de la comuna donde residen al resto de realidades comunales que son muy distintas.
Obviamente, la opinión de aquellos expertos es tomada como verdad revelada por quienes son usuarios de uno u otro bando y que viven las mismas condiciones de vida que quien emitió la opinión. Lamentablemente, tal individualismo colectivo pasa por alto los problemas estructurales de segregación urbana y que la promoción de la bicicleta va más allá de una ciclo vía como infraestructura necesaria o que a nivel de buses va más allá que vías segregadas. Lo que es peor, se confunde este voluntarismo intelectual con opiniones técnicas y que finalmente nos van a llevar al mismo mecanismo de siempre para la resolución de controversias… con una nueva comisión que proponga una nueva política pública en transporte. O sea, ¿Para qué vamos a hacer algo simple, si podemos complicarlo?